Hace pocos meses el Consejo Deliberante de General Acha declaró como Bien de Interés Patrimonial Cultural al edificio del emblemático ex Hotel Paris.
La razón por la que se decidió declararlo como Patrimonio Cultural de la ciudad, corresponde a que, es un edificio de leguaje italianizante de una planta tipo claustro. El mismo se desarrolla en un solo nivel, donde todos los ambientes principales convergen a un patio principal. Si bien la fachada se encuentra con algunas modificaciones, aún conserva su estructura y lenguaje original.
Esta noticia me enorgulleció, porque desde chica escucho historias y anécdotas del Hotel, contadas por mi papá, Agustin “Arito” Martinez.
Nacido en 1947 en General Acha, único varón hermano de 4 mujeres, hijo de Doña Elena Sttefanazzi y Don Agustin Martinez, es un ferviente admirador de la cultura y ciudad donde creció.
En aquel entonces, su papá abandonó la vida en el campo, para asociarse con su cuñado, Vicente De Lucca, y comenzar con la familia, la explotación del Hotel Londres.
Adquirieron la existencia del fondo de comercio, bajo la firma De Lucca Martinez y, con mi abuela doña Elena a cargo de la cocina, pusieron en funcionamiento el lugar ubicado en pleno centro.
Pasados 3 años, tuvieron despensa ubicada estratégicamente en la esquina de General Campos y Garibaldi, donde estaba el único surtidor de combustible Esso.
En 1954, los tiempos eran pujantes para los almacenes de Ruiz Pérez y La Moderna, posicionados como los principales abastecedores de productos para el campo.
Para la familia Martinez eran momentos dolorosos. Don Agustin falleció, y mi abuela debía continuar adelante con sus pequeñas niñas y mi padre que ya tenía 7 años.
Don Vicente y su esposa, “la Tía Pocha”, siempre acompañando la familia, crea una nueva firma: Vicente De Lucca y Elena Martinez. Alquilaron el edificio donde funcionaba el Hotel París y compraron la existencia al Sr. Albarracín.
El Hotel era propiedad de Ruiz Pérez, quien lo había construído en 1923 con la finalidad de alquilarlo para explotación hotelera de primer nivel, ya que la oferta en ese momento eran las “fondas”.
Estaba ubicado estratégicamente en la esquina de Victoriano Rodriguez y Don Bosco, donde funcionaba a manera de Terminal como punto de partida y llegada de viajantes. Desde allí partían los camiones del correo y llegaban trabajadores al Valle Argentino. Era un punto obligado de conexión y descanso para quienes viajaban desde Buenos Aires al sur.
Algunas personas llegaban desde Bahía Blanca en tren, otras en la línea de colectivo Alto Valle y muy pocas en estancieras, las 4×4 de la época.
El hotel tenía 25 habitaciones, 6 baños, bar, salón comedor, sótano y cochera. La estrella era la cocina a leña con sus 2,5 metros de largo. Don Ainó estaba a cargo de ella, la Tía Pocha de los postres y mi papá, con dos señores más, eran los mozos. Había mucamas y Doña Brígida estaba a cargo del lavado de ropa de cama.
La vida en el hotel empezaba temprano ya que era un punto de encuentro y reuniones sociales.
A las 6 de la mañana era habitual cruzar personas tomando mate o una caña, para luego partir a las 7 hacia Santa Rosa.
A las 10 de la mañana, el hambre era intenso, por lo que era común tomar un cinzano con una picada. Otros más extremos, pedían costeleta con huevo.
La gente disfrutaba todo el día en el Hotel: no sólo quienes estaban de paso, sino también del pueblo. Se acercaban a tomar un café expreso que procesaba la máquina a kerosene.
En épocas de sequía, la afluencia disminuía, entonces mi papá iba a la ruta a buscar turistas o con la propaladora del Sr. Sabarots creaba anuncios.
Otra tarea del día era ir a buscar el pan. Cada mes se cambiaba de panadería y carnicería, para apoyar económicamente a todos.
Los pollos y gallinas se traían vivos de la Colonia Santa María, aunque no era muy habitual elaborar platos con aves.
La heladera tenía 8 puertas de madera y almacenaba las barras de hielo que provenían de santa rosa.
Las frutas y verduras provenían del Valle Argentino por los hermanos Veronessi.
A las 12 en punto los comensales tenían el apetito intacto.
En las mesas con mantel blanco, cubiertos de bronce y platos de losa se degustaban el fiambre y mortadela acompañados por ajíes en vinagre, o bien matambre con ensalada rusa. La mayonesa, en ocasiones para 200 comensales, la batía a mano mi abuela Elena.
El próximo paso del menú era la sopa de verduras. Luego el puchero, que contenía panceta y chorizo, los ravioles o un bife. Como bebida era infaltable el vino Canciller.
De postre, se podría elegir entre queso y dulce, flan, budín de pan, panqueques o compota.
A las 3 de la tarde la siesta era obligada, o bien se daba un paseo por el almacén de ramos generales.
Al anochecer, nuevamente el punto de encuentro era el comedor para el clásico vermut y posterior cena.
Eran tiempos gloriosos en la zona. El Valle ofrecía sus famosas peras, y hasta llegaron a ser conocidas en casa rosada.
Lo mismo pasaba con el Hotel París: alojo personalidades como el Presidente Frondizi, el gobernador Amit, Ricardo Balbín, J. C. Ongania, E. Ardohain, la orquesta de Néstor Varela hasta el piloto Juan Gálvez.
Tal es así, que en 1961 hospedó a los dueños de General Motors. Los hermanos vinieron en avión desde EEUU con 2 camionetas 0 km para cazar en la zona.
El hotel habilitó lo que en esa época se llamaba departamentos, con baño privado y ambientes cómodos y amplios.
Fue todo un acontecimiento. Desde el avión los visitantes arrojaban atados de cigarrillos a la gente que aclamaba.
Este fue el paso de la Familia Martinez por el Hotel París.
Hay cientos de anécdotas para compartir, pero todas tienen un común denominador. Reflejan la lucha y el esfuerzo de superación, la actitud frente la adversidad, la familia como base para el bienestar y el humor como condimento indispensable para vivir.
El ex Hotel también forma parte del Circuito de los Primeros Pobladores de General Acha.
Gracias PAPÁ por todo lo que me enseñaste y contaste. Te admiro.
Nota por Verónica Martinez, hija de Agustin “Arito” Martinez, nacido en General Acha