La vuelta del Perro: Concepciones del Espacio Público Pampeano

Mi nombre es Tano Benvenuto, soy un arquitecto santarroseño recién recibido. Cuando comencé la carrera lo primero que hice fue buscar compañeros pampeanos, básicamente por una cuestión de arraigo. En el transcurso de la misma formamos un lindo grupo y la preocupación constante era la de preguntarnos, ¿Porque nuestros espacios públicos no son como los de Córdoba o Buenos Aires? ¿Se puede trasladar parte de lo que aprendemos a nuestro lugar de origen?

Hace una semana me encontré con una nota en la que “el municipio de Santa Rosa, se propuso lograr ciertas intervenciones urbanas como método de reestructuración de la ciudad”. De más está decir que me alegro bastante encontrar una nota de este tipo y no de esas que predominan como “siniestro vial a la altura de…” o “crece el pico de contagios a.…”, pero algo no dejaba de preocuparme. ¿Existe una planificación del espacio público de escala urbana en La Pampa?

Cuando hablamos de espacios públicos pampeanos casi siempre se evocan concepciones relacionadas al vacío, aunque sabemos que esto no es un sinónimo; siendo que, un espacio público es bueno cuando ocurren en él una multiplicidad de actividades no indispensables, cuando la gente sale a él con un fin determinado…disfrutarlo. La Pampa como una provincia joven (69 años) todavía no ha dejado atrás algunas cuestiones como la ruralización de sus ciudades o pueblos, o la desarticulación provocada por los intereses particulares de los cambios de gobiernos. Pero más allá de eso, pueden verse en los últimos años un creciente interés por propuestas que apuesten a la planificación urbana de carácter global e integradora o el hecho de pensar en propuestas urbanísticas a largo plazo. Ejemplo de esto (sin entrar en análisis) puede verse en el “Plan estratégico para el desarrollo de la ciudad de santa Rosa 2050” lanzado en 2018 o en el “Plan Estratégico Integral de Desarrollo Local de la ciudad de General Pico” actualmente en desarrollo.

En este aspecto, Jan Gehl (2014) plantea que una ciudad vital necesita tener una compleja y variada vida urbana, donde además de la presencia de actividades recreativas y sociales, haya espacio para el tránsito peatonal, como así también oportunidades de formar parte de la vida urbana. Sin duda alguna los espacios públicos además de mediar entre el objeto arquitectónico y su entorno urbano, pueden ser comprendidos desde una dimensión: jurídica, socio-cultural y física-espacial. Desde lo jurídico es porque está regulado por la administración pública, quien establece el dominio del suelo, garantiza la accesibilidad a todas las personas (por lo menos desde el concepto), establece las condiciones para su uso y disposición de las actividades. Desde la dimensión física-espacial, es porque se caracteriza por su accesibilidad, posee una estructura abierta que determina y ordena la forma urbana como ser: trazados, tejido urbano y espacios abiertos, y además debe caracterizarse por su legibilidad. Por último, desde la dimensión socio-cultural, dado que es el lugar de identificación de las personas, de expresión comunitaria, de generación de pautas culturales y donde se materializa la memoria; es decir aquellas que interpelan al acervo histórico de nuestros pueblos y ciudades.

Es en esta última dimensión donde cobra importancia nuestra opinión como ciudadanos, donde se materializan costumbres como “la vuelta a la plaza”, “la vuelta a la San Martin”, “la vuelta chupetín”, “la vuelta del perro” y puedo seguir un rato largo. Lo que quiero decir es que, este tipo de manifestaciones emergen como una respuesta histórica a la falta de espacios destinados a recibir estas actividades. Y acá entra el porqué de ests escrito, nuestros pueblos están creciendo, algunos de forma exacerbada por su cercanía a los grandes centros urbanos y se ven particularidades tan endémicas como curiosas como es el caso de un barrio “zonas quintas” a media cuadra de un criadero de animales o un productor de chacinados. Este crecimiento, no siempre se encuentra planificado y se desliga al espacio público a un papel secundario, estableciéndose un sistema de plazas y parques con “juegos tirados al azar” en un baldío a veces bien cuidado. Sin duda alguna estas prácticas atentan contra este tipo de espacios, en los que algunos (los denominados terrenos municipales) son amenazados constantemente por la especulación inmobiliaria, corriendo grandes chances de consolidarse como apropiaciones de uso privado.

Es importante, empezar a desmitificar algunos preconceptos, las relaciones que se entablan con la comunidad no deberían quedar sólo en una simple búsqueda de convivencia armoniosa, sino que, además, éstas deben implicar el despliegue de medidas orientadas al desarrollo económico, ambiental y social de sus entornos territoriales. Dicho de otra forma, debe acabarse la “lógica del parche”. El espacio público puede ser de calidad, de bajo costo y bajo mantenimiento; el diseño no solo les pertenece a las grandes ciudades y debe promover y gestionar acciones de desarrollo integral comunitario, en pos de, ligados a las concepciones tradicionales, constituir nuevos enfoques integrales y solidarios con la gestión territorial sustentable.

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